día de lluvia
Ricardo Martes, 12 de Enero 2010
12,1,2010
La lluvia me produce una intensa melancolía. Un día como éste me lleva a pensamientos oscuros. Por eso no podría vivir mucho tiempo en el norte. Soy y me siento mediterráneo, solar, abierto a la luz, al calor, a la luminosidad, al mar. Y si no es así, la vida pierde su sentido.
15.1.2010
Albert Camus
Di ayer una conferencia sobre Albert Camus, cuya vida y obra me causan una gran admiración, que no es de ahora, sino de mis tiempos de estudiante, cuando leí por vez primera “El extranjero”. Desde ese momento me convertí en un “fan” de Camus, mi tesis de fin de carrera de periodismo se centró en el Camus periodista y andando el tiempo dediqué al escritor un ensayo más completo. Camus, en suma, me parece un ejemplo de coherencia y de lucidez. Agnóstico, antitotalitario, tuvo que soportar críticas terribles, ataques feroces cuando en 1951 publicó “El hombre rebelde” y dejó con el culo al aire a los comunistas estalinistas, ideología que era habitual en la intelectualidad francesa, de la que Sartre era el abanderado. Había que tener un gran coraje para hacerlo, a sabiendas de que los golpes serían bajos, rastreros, repugnantes. Pero así debe actuar un intelectual honesto, imbuído de sentido ético, el que tanto falta en las universidades y las redacciones. De ahí la importancia del ejemplo de Camus.
Hoy luce el sol y la melancolía desaparece como por ensalmo. También Camus era profundamente mediterráneo, amaba el sol, el mar, la luminosidad…
16.1.10
Simenon
Vuelvo a leer a Simenon. Lo llevo haciendo desde hace cuarenta años y no me canso. Era un genio, un fabuloso tejedor de atmósferas, alguien que conocía como nadie el corazón humano, desencantado, ácido, áspero, brumoso, pero también con un punto de ironía y sarcasmo. Novelas que avanzan como las capas superpuestas de las cebollas, poco a poco, por toques sucesivos, como los maestros de la pintura impresionista, hasta tejer un pequeño universo en torno al personaje central, que suele ser un perdedor, un desdichado o un miserable; alguna vez se encuentra en esas páginas algún ser dotado de sensibilidad, de humanidad, pero son excepciones que confirman la regla de un mundo gris, sórdido, espejo desgarrado del mundo tal como es y no como quisiéramos que fuera. ¡Cuatrocientas novelas escribió Simenon! Los que somos del oficio, pero sin acercarnos al inmenso talento de Simenon ni de lejos, sabemos, sin embargo, lo difícil que es urdir una novela de 200 páginas y hacerlo lo mejor posible. El tenía la divina facilidad de los elegidos. Y además se dice que “conoció”, en sentido bíblico, a diez mil mujeres. Eso ya es demasiado… Por cierto: hay que leer a Simenon y a Camus en su lengua original, el francés. Si no se hace así se pierde algo muy importante, decisivo: el sabor, la densidad, la sutileza del estilo.
17.11.10
Haití
Quedamos anonadados, sin palabras, tras el terremoto en Haití. Uno de los países más pobres del mundo es escenario de una horrible tragedia. Pero el drama era anterior al terremoto y los culpables hay que hallarlos entre los antiguos colonizadores, Estados Unidos que trata a los países de su entorno como esclavos, a una comunidad internacional a la que le importa un rábano el destino de pueblos como el haitiano. El resultado es una doble catástrofe. El terremoto hace visible esa situación de absoluto desamparo. Hay países en el mundo con un destino de una crueldad indecible, pero su situación no es fruto del azar, sino de la execrable rapiña del sistema capitalista, de los países ricos que esquilman a los pobres, les imponen dictadores horrendos, como el repugnante criminal Duvalier y familia, les impiden cualquier forma de esperanza. Ahora todo el mundo llora tras el terremoto, pero podría decirse que para muchos son lágrimas de cocodrilo. Llegan demasiado tarde y están cargadas de oportunismo. Hay que ayudar a las víctimas, por supuesto, pero sobre todo cambiar radicalmente un sistema injusto y bárbaro, que condena de por vida a muchos pueblos abandonados a su suerte, esquilmados, robados, escarnecidos, humillados, como el haitiano. ¿Y Dios? ¿Dónde está Dios? En ninguna parte. El hombre está solo y desnudo ante su tragedia. Y más vale que sea así porque si Dios permite estas barbaridades es que es un bárbaro y entonces que se vaya al diablo. O se quede con él, si es que los dos existen. Estamos completamente locos al creer en los dioses.
La mejor frase sobre Dios la dijo Woody Allen: “Si Dios existe, más vale que tenga una buena excusa”. Nos aferramos a las más vanas y estúpidas leyendas e ilusiones para no caer en la desesperación. Para muchos es un excelente negocio. Véase el horrendo Vaticano, sede de todos los horrores, las hipocresías más insoportables y los más repulsivos sepulcros blanqueados, y similares. En realidad el destino del hombre es la nada. Con todo antes de llegar a ella lo que da sentido a nuestra vida es el esfuerzo por mejorar el mundo y la ayuda a los demás sin exigir nada a cambio ni, por supuesto, imponer religiones, todas falsas, absurdas, ridículas, sin el menor sentido.
17.2.2010
Sigue el puñetero invierno, días grises, helados, de frío, de lluvia, de nieblas intensas, y mi corazón se encoge. Me alivia pensar que ya falta poco para la primavera. Me alivia también en estos días pensar en el CD de diez canciones que grabamos el pasado 15 de enero mi hijo Miguel y yo en una sesión improvisada. El resultado fue una suerte de milagro y ello gracias al talento artístico de Miguel, que sin apenas preparación, conociendo sólo por encima mis canciones, logró unos contrapuntos, unos contracantos colmados de lirismo y de sentido musical. Leñe, ese día estábamos en vena. Y ello a pesar de que yo estaba resfriado y tenía una voz rasposa, grabamos en casa con medios más que precarios -mi micrófono tenía tendencia a caer del palo al que estaba sujeto con una simple cuerda-, y, en suma, improvisamos todo sin más impulso que el de tocar juntos. Fue un inmenso placer y el resultado está gustando a mucha gente. Pronto estará a la venta, en cuanto salga de imprenta mi poemario, del que se nutre el CD, “Como el viajero herido”. Es una forma de luchar contra la melancolía insufrible que me procura este invierno asqueroso e interminable.